13 febrero 2008
Paralelismo.
¿Habías oído hablar de Eloy Urroz? Yo no. Ayer iba caminando por la 14 oriente con mi amigo V. M. y que nos topamos con un librería de viejo de lo más desesperanzadora que te puedas imaginar y que nos metemos y sin ninguna expectativa nos sumergimos en los lomos de los libros (teníamos tiempo de sobra antes de entrar a la expo en la galería Garco).
Al mismo tiempo, 4.30 de la madrugada post-convulsión europea, otra conversación entre un dibujante de comics y un extraño casual.
¿No la conoces? Fue de noche, yo caminaba por una calle desesperanza encharcada y absurda, pensaba en blanco y negro algo sobre un vacío inquietante. No tenía prisa por llegar a ningún sitio, así que lo único que me vinculaba al universo era el tiempo.
Vi un libro: editorial las impurezas del blanco ¡Zas! me interesó. Título: Yo soy ella, autor: Eloy Arroz. Un hombre... ¿Dice yo es ella? Me interesó. Papel fabriano para interiores, cartulina novart para portada. Me interesó. Diez pesos. Definitivamente me lo llevé.
Entre las sombras apareció una figura, con un andar silencioso y unos ojos que amanecieron la escena. Zas...! Me interesó. Llevaba ropa de colores. ¿Ropa de colores en esta desolación gris en que se había convertido el mundo? Me interesó.
Ningún indicio en el colofón más que fue publicado en 1998. Buena cosecha la del 98. ¿En qué ciudad, en qué país, en qué planeta? ¡pos sabe!Entre guateque y guateque le dí una hojeada. Algunos destellos. Oh dama, hembra, pulpa, grupa muscular. ¡Mmh!¡No ma...s! Es buenísimo. ¿Porqué no había oído nada de él? lo busqué en Internet.Seix Barral Tiene 40 años. Existe y es conocido. Pero para mí siempre será el poeta que me encontré en el último rincón de la desesperanza y me devolvió la emoción del hallazgo.
Indagué durante aquellos segundos en su mirada, escuché entre la lluvia la canción que tarareaba. La seguí mientras amaneció por todas las ciudades y todos los planetas. ¿Dónde había estado hasta ahora? Han pasado los años. Cuando no duerme a mi lado me falta el silencio. Para mí siempre será la figura que me encontró en el último callejón de la desesperanza y sostiene la emoción del hallazgo.
El texto en cursiva es un comentario de Raquel Olvera. http://raquelolvera.blogspot.com/
09 febrero 2008
Cartas a María
Esta noche es como tantas noches. Y sin embargo tengo que hablarte de mi pena por tu partida antes de que el sueño borre los matices de mi pensamiento. Por la mañana ya no sería igual hablarte de los porqueses ni de los comos, como una película en la que el protagonista se murió. Quiero decir que ya no me importaría saber si te fuiste por un aire que soplaba del norte o si el malo descargó sobre ti su lengua plagada de palabras que no quiero conocer. Me da igual. Tanto que pienso que no quiero que leas esta carta que nunca te enviaré. Aún así tengo que hablarte de mi pena, y tu partida, y las cosas que de pronto dejaron de importar. Ocurrió una vez, cuando aún era feliz, que las caricias se derrochaban como se respira el aire. Eran los tiempos de la ternura y los buenos ratos. Después, sin saber cómo, me gritaste una noche al volver de tus caminos. Yo cerré mis oídos y mis piernas, y cerré resortes que aún hoy desconozco para no herirme, para no oírte. Y además, ya que me suelto el pelo, viviendo en un mundo insustancial absurdo y blando como un crepe sin azúcar ni nada que le diga cómo ha de ser algo parecido a un amor o a un ser relativamente humano sin rencores adyacentes tangentes o secantes a la locura de no existir si no es para uno mismo o para un resto dudosamente esperante de lo que sobra y no sirve para crecer sintiéndose a penas una pieza de cualquier engranaje tan absurdo y desesperanzado que hará parar el reloj del amor que nos dimos.
Y sin embargo te quiero.
06 febrero 2008
Ángulos rectos.
24 enero 2008
Mientras soñaba
de tu desgana
me arrastro entre quizases
que me apuñalan.
Me ovillo sin el lecho
de tu vientre.
Velo mi alma bajo esta luz
de estrellas apagadas.
Me ignoro mientras arde enarbolada
la vieja pregunta en lo más alto
del mástil de mi rabia erecta.
Después no sé,
corazón,
si me voy o si me llevan.
15 diciembre 2007
Pensamiento oscuro
abiertos como en un susurro hasta lo estridente,
esperando y pidiendo,
arañando palabras en el silencio.
A menudo confundo lo que quiero decir con lo que digo,
como confundo el verde seco de tu mirada con un río fresco
en el que me bañé.
De pronto oscureces,
y bailas en torno a un abismo denso
parecido a unos labios cerrados
y te giras
y me miras
y me olvidas con la piel vuelta hacia afuera,
y es allí cuando las cuencas de mis ojos nacen el miedo,
gris y furtivo,
para que tú lo mates.
05 diciembre 2007
Otra vez la lluvia.
veo pasar las calles bajo la lluvia.
Mis cabellos erizados
te señalan a ti,
girando,
mis lágrimas malgastadas
te imploran a ti
rodando, por mejillas y suelos
rodando
en un mar borroso
un bosque
un juego de manos sobre tu piel.
Absurdamente esperando
hurgo en la lluvia incesante.
30 octubre 2007
El cazador de instantes II
Llegué a casa empapado y con el cuaderno vacío. Había caminado dificultosamente bajo la lluvia durante horas. Pensaba en darme una ducha, quitar de encima ese olor a tabaco y amargura que se me había ido pegando al recuerdo. Pero sólo logré quitar los zapatos encharcados. Luego me desplomé en la silla de la cocina y seguí fumando. También los cigarrillos estaban mojados, arrugados como mis ideas, dentro de un paquete que desteñía tinta azul. La tarde había sido dura para todos. Quise beber un trago de algo fuerte. Rebusqué entre el desorden y al fin encontré una botella de Jack Daniels. Era la única cosa que aquella noche estaba seca, así que la dejé tumbada frente a mí sobre el mantel de cuadros verdes, blancos y azules. Allí permanecimos durante horas mirándonos, ella transparente y callada, yo callado y oscuro. Después, harto de que los pensamientos rodaran siempre al mismo recuerdo y la misma conclusión, me desnudé y me metí debajo de aquellas sábanas sin solución intentando dejar atrás el día con todas sus orfandades. Sudé. Sudé agitadamente entre ensoñaciones y realidad. La humedad de la lluvia me perseguía incluso en el encierro de mi habitación, en la oscuridad desobedecida por el eterno parpadeo de neón del tugurio de abajo. No se cuándo se resolvió mi descanso, me dormí entre tanto, ni se cuándo dejo de llover. Hay un cenicero rebosando de colillas, la ceniza ocupa un círculo difuso que indaga en el paso del tiempo sobre la mesilla de noche, pero no me apetece limpiarlo aún. Aún cabe otra colilla más y otro pensamiento malogrado antes de amanecer.