11 junio 2007

Gritos


La autopista corría hacia mí,
la oscuridad era fiel como un cristal
transparente, fría.
Una música sollozaba a mi lado,
gritos pesados
gritos negros
y una guitarra lenta.

Se desbocó el alma entre susurros,
como siempre,
como cuando me miras.
Se desbordó el mar
como cuando hace el calor que me cedes.
El amor que me tienes.
Gritos lentos,
gritos precisos,
y una guitarra negra.
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Glayíos.
L'autopista corría hacia mi,
la escura yera fiel como un cristal
tresparente, fría.
Una música sollutaba al llau de mio,
glayíos pesaos
glayíos negros
ya una guitarra llenta.

Esbocose l'ánima ente rancíos,
como siempre,
como cuando me mires.
Esbarbose la mar
como cuando fai’l calor que me cedes.
L’amor que me tienes.
Glayíos llentos,
glayíos satos,
ya una guitarra negra.

08 junio 2007

Amor Caído




Sueño recurrente, te busco una vez más, despierto para preguntarme si existes, si estás ahí, si son tuyos los pasos que escucho acercarse, si el alba te traerá a mí. Palabras asiduas, sentimientos repetidos. Despierto sin saber a dónde ir, sin saber de dónde venir. Ahora sé que lo haré de nuevo para asomarme en aquella ventana en la que juntos, una vez, vimos las luces de la ciudad antes de que el sol las borrase, antes de que las cosas sucedieran de esa manera. Los astros nos eran favorables, tú abrazabas tus piernas pensando en mí, juntábamos caracolas sin cesar paseando sobre la espuma y prometiendo besos y dulzuras. Yo creía firmemente en los sueños, en las casualidades, en los deseos, en el infinito, en la brisa del sur, por que la brisa del sur es tan bonita que me hace sufrir cuando no sopla, cada vez que las sombras corren hacia el mar, cada vez que las imágenes me devuelven vacío, o pena, o dolor, o una tremenda e indiferente sensación de haber vivido esas palabras. Recuerdo una taberna, un bar, un chigre; no sé cómo se llamaba en realidad. Había pescaito, olivas, altramuces, poemas del barrio, gritos que sólo yo escuchaba. Yo… y el tabernero. Me regaló un libro, un abrazo, un fino y un deseo. Lo junté a los míos, lo arrimé a mis ganas, me saliste entonces en la plaza a bailar por bulerías, o por fandangos, no sé, y me morí por ti mientras te abrazaba sin que me vieras, sin que estuvieras, sin que sintieras mis versos. Me regaló un deseo, una lágrima, un pesar. Me abrió otra botella para recitar más versos, y los ojos, y el dolor de tu ausencia. María en la cocina con sus camarones nos miraba. Vete extranjero, vete. No puedo, María, quise decirle, pues una mirada me trajo aquí. Una mirada. Hacía tanto calor para un norteño, gotas de sudor y gotas de amor, gotas que no servían para nada. Por el barrio viejo, piedras y sombras, te busqué. Había música y palmas, había gentes desdeñadas en sus sillas de madera y mimbre, y aquel olor a seco, a sudor y poesía, a tendales oreando en plena calle lo que ahora no recuerdo. Abrió otra botella más y otro poema y María, en la cocina, ya no dijo nada. Muero de amor, tabernero, muero de anhelo y de ganas, y de esperanzas y miedos se me está apagando el alma. Y bailé, no sé si tú me sentiste. Bailé sobre aquellos campos, reí entre aquellas flores, alboroté los caminos y la noche por buscarte.


Pero se hizo de día, amor caído, se hizo de vida la sombra y el sueño... Y sigo pidiendo, entre aquellas luces, tu cuello bajo el pelo para darte de nuevo aquel beso. Aquel solo beso que valió una eternidad.

06 marzo 2007

Sigilo

Frente a aquella vieja mesa de roble empuño una solitaria taza de café y un recuerdo. Pasó el arado de los años por mis manos mientras te esperaba siempre mirando al mar, siempre atesorando anhelos, siempre callando. A menudo me preguntaba de qué color son tus ojos, a penas pude verlos, de qué color son tus manos, apenas corrieron por mis sueños antes de irse, de qué color era el campo que inventaste para mí, la rosa y el lirio, y el agua que bajo el sol te bebí del alma.

Frente a aquella vieja mesa de roble. ¿La recuerdas? Frente a aquel paquete de café siempre derramado en sus venas doloridas, como se derramó el silencio en la siembra de nuestro tigo, empuño un recuerdo y un grito. Abajo el mundo camina, una fábrica, un reloj, una motocicleta… Nada.

Ahora me pregunto de qué color nos vestiremos, con qué palabras adornaremos las paredes, qué risas vendrán a vernos. Ahora me pregunto cómo serás cuando aparezcas junto al fuego que alimento con las ramas que nadie quiere. Llegan las luces de la noche y esta tormenta de piedras iluminadas compone una silueta en el horizonte que viene para nunca ser alcanzada. Miro desde aquella ventana queriendo tus hombros bajo mis brazos, queriendo tu susurro. Despierto, despierto y duermo una vez más, cosquillas en la espalda y luego sigilo. ¿Y si decido callar, amor, te gustará mi silencio?

Frente a esa mesa de roble, viejo roble, me siento cada día para amar. Amar y esperar.

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Seyellu.

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Enfrenti aquel mesau vieyu de carbayu enroño un seliquin pocillu de café ya memorio un recuentu. Pasó’l llabiegu de los años qu’hai peles manes de mio mentres esperábate daquella güeyando la mar, ciflonientu, silenciosu. Dacuando entrugábame de qué collor yeren los tos güeyos, apenes púdelos nortear, de qué collor yeren les tos manes, apenes biyaron el mio suaño enantes de dise, de qué collor yera la campa que forxares pa min, el rosal ya’l lliriu, ya’l augua qu’embaxu’l sol pimplete del ánima.

Enfrenti aquel mesau vieyu de carbayu. ¿Nun t’alcordes? Enfrenti aquel bombu de café arramau siempre peles dolieses venes de so, lo mesmo qu’arramose’l silenciu na sema la nuesa escanda, enroño una alcordanza ya un glayíu. Abaxo’l mundiu arreblaga, una fábrica, un reló, una motora… Namás.

Agora entrúgome de qué collor afotarémonos, con qué pallabres alliñaremos les parés, cuáles rises aportarán pa vemos. Agora entrúgome cómo serás cuandu apaezcas xunta’l fuéu que cebo coles xorrasques que naide quier. Algamen les lluces de la nuechi ya ista boriada de llanses allumáes amañen un belume nel horizonte qu’enllana pa enxamás algamase. Agüeyo dende aquel ventanu queriendo los costazos de to embaxu los mios brazos, queriendo’l to xuxuríu. Esconsono, esconsono y apigazo mentantu, cosques na espalda ya llueu seyellu. ¿Pero si fallo aselar, namorá, prestarate’l mio silenciu?

Enfrenti esi mesau de carbayu, vieyu carbayu, siéntome cada di p’amar. Amar ya esperar.

23 diciembre 2006

Mis saludos

El destino siempre es curioso. Hoy me ha vuelto a llevar a ti. Después de tanto tiempo sin palabras, después de inviernos y jardines floridos, después.

Y una vez más la magia. Y una vez más nos pensamos al mismo tiempo, yo dudando entre el frío y la niebla, tú nadando en lagos entre volcanes. Hace un año… ¿O hace tres? No recuerdo la fecha, pero sí las hojas doradas de los árboles, La Frontera, El Gernika en la pared del mundo. Hoy quise buscar de nuevo la orilla de la mar. Sin querer, quise pensarte. Y fui a tu casa para dejar el aire de mi presencia. Pensé en un color verde, pensé en recuerdos, pensé en hermosos e intensos momentos de un invierno pasado. Pensé tanto que al llegar a casa no me sorprendió oler tu perfume, ver tus zapatos en el pasillo, recoger las palabras que dejaste tendidas en el cuarto como se dejan las sonrisas en los parques al sol. Sigo sin saber de qué color son tus ojos. Pero me siento igual de cercano a ti que cuando me lo preguntaba.

07 junio 2006

Sin ti.

¿Qué haría?
Triste y vencido
en los atardeceres blancos.
¿Qué haría?
Sin tu cintura de música
ni el voto de tu mirada,
cuando la noche venga para dormirme.
¿Qué haría?
Y cuando sienta otro aliento en mi nuca desnuda
donde el tuyo construyó el color,
y otras manos surcando mi piel estéril
donde tus manos sembraron vida,
u otros labios
u otra risa.
¿Qué haré,
amor,
doliente y rendido

sin encontrar tu abrazo cada día?

30 mayo 2006

El baúl y el desván.

Foto: Plenilunio de Agosto.


Hoy el destino quiso llevarme bien lejos
y yo me dejé llevar,
por supuesto,
al lado de aquel viejo baúl
abrigado en un olvido polvoriento.
Dentro había una libreta
llena de sueños viejos como el soñar
escritos de mi puño y letra,
de mi caminar.
Dentro había una canción de estrellas
y una luna llena
y una cita con la eternidad.
Dentro estaba mi futuro
trazado con un soplo del acaso,
del quizás.
Dentro estaban, sin quererlo,
las letras que en tus labios
ahora me hacen respirar.

26 mayo 2006

¿Por qué un tendal en plena calle?

Torre del oro. Sevilla. En la primavera del sur.

En una de sus pinzas colgaría un papelito con tu nombre, para que todo el mundo sepa que es a ti a quien amo. Junto a él un sol dibujado con el pulso incierto de los niños, con su sonrisa y sus rayitos amarillos. Y un prado y una casita con humo en la chimenea. Y un perro que siempre mueva el rabo de contento.

En otra colgaría mis vergüenzas, para que dejaran de serlo, para no tener que guardar nada en los bolsillos.

En otra los silencios, los que hacen daño, los que no se esperan ni se quieren, para que sequen al sol, para que nunca más hieran.

Me harían falta algunas para colgar las risas y los sueños. Las risas para que sigan creciendo, los sueños para que sean libres.

Dejo algunas vacantes para ir colgando lo que este corazón pueda necesitar. Dejo algunas vacantes para otros corazones y otras fantasías.

18 mayo 2006

Palabras.

Ría de Villaviciosa, Asturies.

No sé qué decir en mañanas como estas. El amor no me deja pensar a veces, a veces las dudas, a veces el miedo. No sé qué decir cuando quiero tener en las manos el olor de aquella mañana al sol en el banquito de madera de aquel bar con vino amargo y un gato que vino a jugar en mi regazo, no sé que decir. Me suelo creer que todo está ya dicho, que una caricia es más elocuente que un discurso sobre el amor que te tengo, que un beso une más que cualquier puente, que mis manos escriben en tu piel las letras suficientes. Me suelo creer niño entre tus ojos crecidos, niño que espera siempre caricias, niño que quiere por que sí, niño que duerme sobre tu vientre. La nana de tu pensamiento, cerezas silvestres, luces en el cielo de tu boca, palabras, palabras que respiro y lloro, y anhelo y regalo, y siempre, siempre, espero por que sí.



06 mayo 2006

A mi lado.

¿Por qué un silencio espeso
cubre los campos
cuando te acuestas?

¿Por qué mi corazón se alegra
cuando vienes
en la hora de los besos?

¿Por qué cuando tú caminas
todo parece más cerca?

¿Por qué si tu boca habla
de las flores

la primavera despierta?

13 marzo 2006

Pereza, el séptimo pecado.

Cuántas veces quise amarte. Te veía caminar sin saber aún que eras tú, sin adivinar que tus palabras hablarían de mí, sin imaginar mi pensamiento enredado en tu pelo y bajo tu ropa de colores. Es tan suave tu ropa que me gustaría ponérmela siempre como me pongo tus pensamientos y tu risa. Me gusta salir con ellos a pasear cuando me voy por la calle donde nos conocimos, y también cuando me voy por otras calles sin nombre por las que sólo paseo yo. A veces me visto con los pensamientos de avanzar pese a todo y para siempre, a veces con los de es tan difícil que no sé qué paso es el siguiente, a veces con los de es primavera y tus ojos y tu mirada y la música de tu piel es suficiente para vivir, a veces con otros que tampoco tienen nombre ni colores. Cuántas veces quise tocarte, cuántas veces te soñé, cuántas veces te diré que una mirada me trajo a este mundo en el que aún antes de saberte tenía ganas de tu percepción dulce de la vida y de mí, de tus caricias mientras la luna nos miraba reflejada en aquellos vidrios antiguos, del alba y de las nieves en aquellas montañas que también como yo, con pereza, se niegan a marchar cuando el sol entra por tu ventana.