30 julio 2007

Peligros de vivir.

Hoy he salido temprano, apenas un rayo de sol rozaba las piedras. Seguí de largo al pasar junto a la que siempre me sirve de descanso para fumar un cigarro, como si tuviera prisa por ir a cazar instantes. La dejé atrás sin poder evitar echarle una mirada cómplice. Seguí calle arriba renqueando agitadamente con el cuaderno dentro del bolsillo y dos bolígrafos nuevos reservados para esta intuición, esta caza que prometía una presa llena de palabras incoherentes que después, en el oscuro e inhóspito encierro de mi habitación, debería de intentar ordenar hasta encadenar una fila de pensamientos. La última que logré hablaba de una vajilla dispuesta para dos desayunos que horas después seguían sobre la mesa, con su café frío y sus croisanes sin comer. Descubrí algo terrible, una ausencia que no era esperada, un frío, un abandono, las lágrimas amargas de alguien perplejo y solo. La había conseguido emborronando tres páginas de mi cuaderno desde una escalinata que bordeaba una casita blanca y pequeña. Me encontré frente a una ventana abierta que mostraba una cocina plagada de vacío, oscura y desconocida, en la que se hallaban las letras escondidas de esta historia de desamor. La cacé rápido, sin dudar, atrayéndola hacia la trampa que escondían mis páginas aún blancas y sugerentes. Después, sin ningún miramiento, cerré y apreté con fuerza las tapas hasta que las palabras dejaron de respirar. Tardé días en comenzar a ordenarlas, meticulosamente, con todo el celo de quien sabe que maneja hilos importantes. Primero las mayúsculas, luego las comas, los puntos, unos sobre las ies y otros separando ideas, los finales, las tildes que pueden hacer que una palabra signifique lo que no quiere. Hay que tener mucho cuidado de ordenarlo todo correctamente para que la historia no se vuelva complicada. Puede ocurrir que trate de implicarte, que de pronto cobre vida y te atrape finalmente a ti. Puede ocurrir que vuelvas a casa una tarde y debas retirar, perplejo y solo, el café frío de dos desayunos sin tomar sobre la mesa de una cocina plagada de vacío, oscura y desconocida.

6 comentarios:

Laura Escuela dijo...

:)
Sí, Jaime, hay que tener mucho cuidado.
Me gustan tus historias, tus nubes en general.
Un besazo inmenso

Anónimo dijo...

Que bonito escribes... aunque sea algo tan triste como esto...

Espero que te encuentres bien...

Un saludo un gran abrazo y muchísimos besos...

Anónimo dijo...

A mi también me gusta verte poner los verbos sobre las íes. Me gusta. Besitos.

La_EsPeCtAdOrA dijo...

a mi me pusò mas triste.. espero volver otro dia y ke me alegres algo con otro escrito de nubes mas celestes y brillantes..

Anónimo dijo...

me gustan los paseos nocturnos, y los reencuentros con este tipo de textos. me gustan.
besos
lau

Anónimo dijo...

... es algo triste, pero las nubes son asi, espero que no te sientas tan gris... y que la proxima vez que visite tu blog estes de color azul-celeste... bss