08 junio 2007

Amor Caído




Sueño recurrente, te busco una vez más, despierto para preguntarme si existes, si estás ahí, si son tuyos los pasos que escucho acercarse, si el alba te traerá a mí. Palabras asiduas, sentimientos repetidos. Despierto sin saber a dónde ir, sin saber de dónde venir. Ahora sé que lo haré de nuevo para asomarme en aquella ventana en la que juntos, una vez, vimos las luces de la ciudad antes de que el sol las borrase, antes de que las cosas sucedieran de esa manera. Los astros nos eran favorables, tú abrazabas tus piernas pensando en mí, juntábamos caracolas sin cesar paseando sobre la espuma y prometiendo besos y dulzuras. Yo creía firmemente en los sueños, en las casualidades, en los deseos, en el infinito, en la brisa del sur, por que la brisa del sur es tan bonita que me hace sufrir cuando no sopla, cada vez que las sombras corren hacia el mar, cada vez que las imágenes me devuelven vacío, o pena, o dolor, o una tremenda e indiferente sensación de haber vivido esas palabras. Recuerdo una taberna, un bar, un chigre; no sé cómo se llamaba en realidad. Había pescaito, olivas, altramuces, poemas del barrio, gritos que sólo yo escuchaba. Yo… y el tabernero. Me regaló un libro, un abrazo, un fino y un deseo. Lo junté a los míos, lo arrimé a mis ganas, me saliste entonces en la plaza a bailar por bulerías, o por fandangos, no sé, y me morí por ti mientras te abrazaba sin que me vieras, sin que estuvieras, sin que sintieras mis versos. Me regaló un deseo, una lágrima, un pesar. Me abrió otra botella para recitar más versos, y los ojos, y el dolor de tu ausencia. María en la cocina con sus camarones nos miraba. Vete extranjero, vete. No puedo, María, quise decirle, pues una mirada me trajo aquí. Una mirada. Hacía tanto calor para un norteño, gotas de sudor y gotas de amor, gotas que no servían para nada. Por el barrio viejo, piedras y sombras, te busqué. Había música y palmas, había gentes desdeñadas en sus sillas de madera y mimbre, y aquel olor a seco, a sudor y poesía, a tendales oreando en plena calle lo que ahora no recuerdo. Abrió otra botella más y otro poema y María, en la cocina, ya no dijo nada. Muero de amor, tabernero, muero de anhelo y de ganas, y de esperanzas y miedos se me está apagando el alma. Y bailé, no sé si tú me sentiste. Bailé sobre aquellos campos, reí entre aquellas flores, alboroté los caminos y la noche por buscarte.


Pero se hizo de día, amor caído, se hizo de vida la sombra y el sueño... Y sigo pidiendo, entre aquellas luces, tu cuello bajo el pelo para darte de nuevo aquel beso. Aquel solo beso que valió una eternidad.

4 comentarios:

Margarida V dijo...

gracias por tu visita, he estado aislada de los blogs, por que estuve sin ordenador, ahora tengo un nuevo por eso vuelvo a mis posts y mis comentarios.
besitos

Anónimo dijo...

Que bonito y que triste a la vez... ojala la encuentres pronto y le puedas dar no uno sino miles de besos.

Un saludo y un abrazo junto con un beso.

Laura Escuela dijo...

sentido por jaime, sí, es bastante creíble. Es un texto genial, rápido, ligero, profundo, sentido,sonoro, lleno de luces y matices, de gracia y de tristeza, de ansiedad, de pasión... es un texto estupendo. Enhorabuena.
Y por cierto, por supuesto que puedes, tienes la entrada abierta a mi casa para cuando quieras. Un besazo

Belle dijo...

Entre lágrimas ,como si alguna vez hubiese sentido ese beso que huyó ... y en mi mente una frase que ya es mía : amar ; amar y esperar .