28 agosto 2005

Qué será será.

Suave y dulce
y acaricia cuando menos te lo esperas.
¿Qué es?

Para llegar a sus ojos
he de cruzar océanos
con corales y sirenas.
¿Qué es?

Tendido a su lado mis manos recorrieron
kilómetros de sueños
años luz de sentimientos.
¿Qué es?

A la hora de marchar,
la hora que siempre llega,
me morí para no hacerlo.
¿Qué es?

Ahora dicen que estoy muerto,
muerto de amor,
muerto de miedo,
muerto de ganas
y de deseos.
¿Qué es?

23 agosto 2005

15 agosto 2005

El último amanecer.

Dormía intranquilo. Mi dolor de espalda, el catarro, el calor… disculpas para despertarme envuelto en sudor buscando tu mano. En la oscuridad es más fácil sentir tu respiración entrecortada. Tus ojos cerrados. Me he pasado horas mirándote así, como si el sol se pusiera tras las montañas y una luz tenue pusiera sobre tu piel un leve brillo de nube. Y tú dormías tranquila soñando tus propios sueños, tus luces lejanas, tus besos. Me he pasado horas mirándote así, sin tocarte por miedo a que despertases. Me he pasado horas envuelto en tu calor, en tu sombra mágica.
Pero siempre llegaba el día para borrar tu cuerpo, para hacer de él una sábana revuelta y fría en la que sólo existía una parte de mí. Entonces, como cada amanecer, me levantaba para asomarme a la ventana, encendía un cigarro, y perdía la mirada en ese horizonte verde y húmedo tras el cual, en alguna parte, tú también me soñabas.

04 agosto 2005

Whenever.

Hoy me encontré envuelto en un recuerdo, no sé si del pasado o de un futuro que no se cumplió, que dejó de caminar a mi lado, que en realidad sólo lo hizo una noche. Yo estaba seguro de que no distinguía los acentos de América Latina, que me sonaban igual las palabras de un uruguayo que de un argentino, o de un colombiano que de un venezolano. Pero aquel timbre, aquella melodía, sonó tan clara en mi recuerdo que no pude hacer más que volverme en la silla del restaurante chino para mirar a la mujer que hablaba. Esperaba sin darme cuenta encontrar a Whenever, no me dio tiempo de aprender otro nombre para ella, vestida con su traje blanco, con su risa, con su piel dulce y aquellos ojos que no dejaban de cantar. Ocurrió un día lejano en un lugar lejano. Ella me encontró por casualidad, o por que a veces los sueños se tocan, entre todas las gentes del mundo. Nos miramos y supe que mi corazón se rompería al irme. Hubo pájaros que volaban al sur y las hojas de los árboles cambiaron su color, hubo lunas y planetas de años bisiestos, hubo un vendaval de piel. Y luego el día. Me fui olvidándola para siempre, y hoy, me vi envuelto en su recuerdo... no sé si del pasado o de un futuro que no se cumplió.